«Y de pronto me vi frente a todo un panorama del absurdo, que, además, parecía preparado para mí: Cuadrelli, perfectamente sobrio, sentado en la cama y desatándose lentamente una corbata roja, con una pequeña rana muerta, muertísima, descansando sobre su pierna derecha».
Enrique Vila-Matas, Montevideo.