«Íbamos en mi todoterreno y he tenido que dar un frenazo, aparcar a la desesperada en la cuneta musgosa, y saltar rápido para recoger una hembra de sapo –Bufo bufo- en grave riesgo de ser atropellada pese a que al tratarse de una carretera de montaña el número de vehículos es reducido… He colocado el anfibio en un terraplén cercano al lugar al que se dirigía, una charca permanente donde se producen los multitudinarios amplexos, pero antes lo he llevado hasta el coche para que lo vieran las señoras y Marcia, tras un débil y respetuoso “¿puedo?”, ha rozado con el índice de su mano derecha, enfundada en un guante imitación piel, la dura cabeza del sapo».
Francisco Ferrer Lerín, La Pie Bavarde, Gingival.