«Si podéis representaros a un Dios que no sea como vosotros y una palabra que sea distinta a la vuestra, concebid que hable Dios: entonces el universo es su lenguaje. No es necesario que nos hable. Ignoramos a quién se dirige. Pero, al mismo tiempo, sus cosas intentan hablarnos, y nosotros, que formamos parte de ellas, intentamos comprenderlas sobre el mismo modelo que Dios ha ideado para proferirlas. No son más que signos, y signos de signos».
Marcel Schwob, El deseo de lo único.