«Adiestré mi Fuerza jugando con los jabalíes y con los lobos, y aprendí que la vida del bosque, donde animales y plantas se desgarran y se devoran continuamente, se rige sin embargo por una ley: la fuerza que no sabe detenerse a tiempo, bisonte, hombre o cóndor, crea el desierto a su alrededor y deja en él un pellejo, y servirá de pasto a las hormigas y las moscas…».
Italo Calvino, El castillo de los destinos cruzados.