«Una ranita verde saltó entre sus pies. Trató de cogerla. Se le escapó. Le persiguió y por tres veces no pudo echarle el guante. Finalmente la atrapó por el extremo de sus patas traseras y se echó a reír al ver los esfuerzos que hacía el bicho por escapar. Encogía sus grandes patas y, distendiéndose bruscamente, las alargaba de súbito, rígidas como dos barras; al tiempo que , abriendo sus redondos ojos ribeteados de oro, azotaba el aire con sus patas delanteras, agitándolas como manos…». 
Guy de Maupassant, El papá de Simón, Cuentos esenciales.